GRAN TEATRO FALLA | ESPACIO ARTÍSTICO
FOTOS: LOURDES DE VICENTE
Apodado el ‘templo de los ladrillos coloraos’, soy el escenario de una de las mayores fiestas del mundo. Testigo de mil y una vivencias, anécdotas y secretos que, como entenderán, nunca desvelaré; siempre he observado con admiración el trabajo de esos que me engrandecen como espacio artístico. Ya saben, les hablo de ellos, los artesanos.
Amante o no del carnaval, seguro que, aunque sea solo un poquito, habrán escuchado hablar de mí. Con nombre de uno de los apellidos más ilustres de la historia de la música, soy parte del casco histórico de la ciudad más antigua de Occidente y mi vida, íntimamente ligada a las artes escénicas, sería imposible de entender, narrar y, sobre todo, sentir sin la que es la gran fiesta de mi ciudad, Cádiz.
Aquí, en mis pasillos, patio de butacas, platea, anfiteatros, paraíso, camerinos y, sobre todo, escenario, el pálpito del carnaval ha sido constante desde que, en un ya lejano 1927, de la mano del coro ‘Los pelotaris’, con letra y música de uno de los históricos, Manuel Gómez Cañamaque, debutase la fiesta en mis tablas.
Sin temor a equivocarme, podría decir que, a partir de que sonaran tangos como ‘Chifladuras’, ya nada fue igual para mí.
Y es que, a veces queriendo y otras, como se dice por aquí, ‘sin comerlo ni beberlo’, he sido testigo de lo bueno y ‘menos bueno’ de la fiesta. De sus tiras y aflojas, censura, ‘cañonazos’ de coplas entre unos y otros, idas y venidas de autores de la ‘aristocracia carnavalesca’, noches de baile inolvidables y, sobre todo, de la forma de expresar y sentir de un pueblo de libertades, el gaditano.
A mí, como a muchos de ustedes (permítanme la confianza), se me ha puesto el ‘telón de punta’ (valga la expresión) con las coplas de Paco Alba, Juan Carlos Aragón, Antonio Martín, Julio Pardo, Antonio Rivas, Agustín González ‘Chimenea’, Juan Rivero Torrejón, Tino Tovar, Pedro Romero, Joaquín Quiñones, El Selu, y, entre otros muchos, Antonio Martínez Ares.
Emociones que, como apasionado del arte que soy, he experimentado en idéntica medida con tipos de ensueño, maquillajes de fantasía, peinados desafiantes y atrezos inimaginables; muchos, historia de la fiesta.
Podría decir que, en mi condición de espectador de privilegio, me he dado cuenta de que ni ‘La Jaima’, ‘Los Desoterraos’, ‘La República Gaditana’, ‘Los irracionales’, ‘Los renacidos’, ‘Los cobardes’, ‘Los cabrones’, ‘Sigo siendo el Rey’, ‘El joyero’, ‘Esto sí que es una chirigota’ y tantísimas otras agrupaciones habrían llegado a lo más alto del Olimpo del carnaval sin la creatividad, maestría, ilusión, entrega, finura, paciencia y, en resumen, puesta en escena de sus artesanos.
Ellos, y solo ellos, han sabido dar forma y escenificar uno de los universos artísticos más complejos que existen; ese que transita en total libertad y en el que el tiempo, más que un feliz aliado, les ‘aprieta’ hasta el último segundo.
Hoy, 115 años después de que (concretamente el 12 de enero de 1910), con una sinfonía de Barberi, se levantase por primera vez mi telón (mi construcción se inició en 1884 bajo las órdenes de Adolfo Morales de los Ríos y Adolfo del Castillo Escribano), quiero rendir un sentido y merecido homenaje a esos artesanos que nos han llevado de la mano a ese mundo de fantasía infinita que es el Carnaval de Cádiz.
Firmado: Gran Teatro Falla